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11 de jan. de 2011

Dilma impone su estilo en Brasil: Rigor, puntualidad extrema y vianda en el escritorio

Afirman que no admite dilaciones y exige resultados a sus ministros. No deja sus tareas ni para almorzar.

PorEleonora Gosman
San Pablo. Corresponsal
En cuanto terminaron los festejos de la Asunción, Dilma Rousseff hizo un auténtico baño de inmersión en el Palacio del Planalto. La primera semana, no ha salido de allí ni para almorzar. Cuentan que ese estilo de trabajo cambió la vida de sus ministros. El de Justicia, José Eduardo Cardozo, relató a la prensa que Dilma lo llamó a su celular durante un almuerzo en un restaurante de Brasilia: “Dilma, estoy comiendo. Enseguida estaré allá”. Entonces, la presidenta le replicó: “¿En tu ministerio no te sirven comida?” El ministro se rió, pero Dilma continuó: “Pide que te empaqueten la vianda y te la traes al Palacio del Planalto que te convido con agua”.

 
El episodio revela el empuje y obstinación de la presidenta brasileña . Ella prefirió comer en su despacho para no interrumpir las tareas. Una manera de ser que difiere mucho del comportamiento de su ex jefe Lula da Silva; pero también diverge de la conducta media del brasileño. Para Dilma, los plazos se fijan para ser cumplidos en tiempo y forma.


 
No admite dilaciones y menos aún impuntualidad laboral.

Uno de los temas que más le preocupan es el de la seguridad de los brasileños. Por eso, pidió a su ministro Cardozo que inicie viajes por todos los estados para hablar con los gobernadores y ver cuáles son los déficits prioritarios en la materia.
 
Pero la obsesiona la economía . A mediados de semana, la presidenta preguntó al ministro de Hacienda Guido Mantega si había medidas que pudiera adoptarse de inmediato para evitar el derrumbe del dólar. El funcionario le dijo que había decisiones que estaban en estudio en el Banco Central desde el año pasado. Dilma le pidió que las pusiera en práctica. Para ella era “intolerable” la sobrevaluación del real. Además de enfrentar una “rebelión” del principal aliado en la coalición oficialista, que resolvió apenas en cuestión de horas, la presidenta se sintió incomodada con declaraciones realizadas por el general José Siqueira, ministro jefe del Gabinete de Seguridad Institucional. El militar había dicho que no había “por qué avergonzarse” de las desapariciones forzadas producidas durante el régimen dictatorial. La presidenta lo convocó y, si bien no trascendió qué conversaron, sí se dijo que ella actuó con “rigor” pero también “extremo cuidado”.

Dicen que en el escritorio puso la foto de su única hija. Y al parecer, cuando la abruman los problemas ella descansa la mirada en ese retrato para bajar la tensión, en días donde sobran presiones de todo tipo. Dilma, una mujer de una admirable entereza, s abe que carece del encanto popular de su antecesor Lula da Silva . La presidenta no dispone de esa increíble capacidad de movilizar mediante la emoción y de utilizar el origen humilde como escudo para repeler los ataques de sus críticos. Pero si bien “no es Lula”, como todo el mundo admite, tiene cualidades que la prensa brasileña elogia: la discreción, la formalidad, la disciplina, la puntualidad, el detallismo, la racionalidad y el exigir, en forma permanente, que sus colaboradores muestren resultados. Según una columnista del diario Estado de Sao Paulo , “en la primera semana (la presidenta) cumplió todas las citas previstas en la agenda diaria, sin atrasarse ni un minuto”.
 
Para Dilma es clave estudiar los temas antes de la toma de decisiones . No por acaso trabaja 12 horas por día. Ese mismo criterio aplicará a las relaciones con el mundo. Irá al encuentro con sus colegas “empapada” de todos los asuntos bilaterales y multilaterales pendientes. Es lo que debe aguardarse en Buenos Aires cuando Cristina Kirchner la reciba en la primera visita al exterior que hará Dilma como presidenta. No es casual que el canciller Antonio Patriota desembarque hoy en Ezeiza para encontrarse con su par argentino. Lo hace con 21 días de anticipación a la cumbre bilateral.

De Dilma se dice que está dispuesta a atender a la prensa, con la que pretende fomentar una buena relación . Pero advierten que la presidenta no es amante de las entrevistas exclusivas. Prefiere conferencias de prensa improvisadas o encuentros con grupos de periodistas.

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